Frente al judicializado y polémico proceso electoral que sacudió a la provincia en 2015, el reelegido gobierno peronista reaccionó con la puesta en marcha de “Tucumán Dialoga” en 2016, con la única intención de dejar atrás una de las peores imágenes institucionales que la provincia le regaló al país y al mundo. ¿Qué hará ahora después de haberse impuesto con comodidad en la elección de junio? ¿Habrá alguna medida igualmente novedosa que sorprenda a la sociedad? Aquellos desprestigiados comicios fueron maná para el macrismo, porque le sirvió para exponer la peor cara del peronismo y para capitalizar electoralmente el enojo y el descontento pocos meses después en el plano nacional. Sucedió en medio de una Argentina agrietada, por lo que mostrar esta foto era inevitable, y necesario para hacer campaña. Fue una gota más en favor de la acción proselitista de Cambiemos, tal vez la que sirvió para que derramen las urnas en su favor.
Pese a que en 2015 la diferencia entre el justicialista Juan Manzur y el radical José Cano fue de casi 110.000 votos, y de que luego la Justicia convalidó los resultados de la elección -la Corte Suprema de la Nación hasta cuestionó la nulidad de la elección provincial-, la gestión manzurista comenzó con un serio problema de legitimidad institucional y de debilidad política. ¿Cómo revertirlo? El proyecto de gran debate pergeñado por la secretaria de Gobierno, Carolina Vargas Aignasse, para acercar a todas las fuerzas políticas, a organizaciones sociales, a organismos no gubernamentales, a entidades académicas, etc. trató de cubrir esa necesidad y urgencia del Ejecutivo por mostrar una cara diferente de la gestión y de sus intenciones.
Más que nada, la medida estaba dirigida hacia la Nación, que finalmente terminó siendo gestionada por Macri. Recuérdese que el Presidente, cada vez que supo venir a Tucumán le enrrostró a Manzur el sistema de acoples. Era prácticamente una imposición para la administración local tratar de construir una relación fluida con una administración federal de otro color político: empezaba a transitar ese proceso con el pie izquierdo y con el flanco institucional deshilachado.
Cuatro años después, en junio pasado, la votación provincial no repitió los dramas de 2015, no fue para nada traumática: el oficialismo hasta ganó fácil y con una diferencia contundente de 300.000 votos por sobre el segundo, y garantizándose, nuevamente, una tranquilizadora mayoría legislativa. Casi los dos tercios de la Cámara. La suficiente fortaleza como para encarar cualquier aventura política; si se tienta, claro. Despejó cualquier manto de duda sobre la legitimidad numérica de la victoria, por lo que llega en diferentes circunstancias al próximo tiempo de gestión que, según el resultado, será de rearmado de relaciones con el poder central. Más o menos complejas. Faltan aún las PASO, la votación general de octubre y el posible balotaje de noviembre para saber quién gobernará y, por lo tanto, para determinar cómo se vinculará la Provincia con la Nación: igual, mejor o peor.
Tucumán no volvió a ser aquel “mal ejemplo y peor cara del peronismo” que supo usufructuar el macrismo en 2015 y, en comparación, el resultado del 9 de junio le aporta más a la campaña de los Fernández que aquel desdibujado triunfo de hace cuatro años a Daniel Scioli. ¿Habrá valido la diferencia de un poco más de un punto en aquel balotaje esa mala imagen provincial de hace cuatro años? En ese marco se entiende que Alberto Fernández califique a Manzur de “baluarte” de su campaña, como se pudo escuchar hace pocos días en un video grabado en La Rioja.
El tucumano está más que jugado por la fórmula del Frente de Todos, porque salió mejor parado que en 2015, porque se siente cómodo moviéndose en el escenario político nacional -donde quiere pertenecer- y porque apuesta a tener cuatro años de gestión tranquila, lo que sólo le puede garantizar una victoria de los compañeros. “La Argentina no aguanta cuatro años más del gobierno de Macri. Desde acá vamos a aportar los votos para un triunfo contundente”, dice el mandatario desde su cuenta de Twitter. Podemos elegir entre una Argentina para todos o este gobierno de unos pocos, acota. De los gobernadores peronistas, tal vez sea el de los discursos más duros en contra de Macri, algo que algunos funcionarios de pura cepa macrista están anotando desde la Casa Rosada. ¿Se lo cobrarán si se imponen? Para un dirigente político nada es gratis, menos sus posicionamientos.
En ese marco, la victoria de Macri dibuja el peor escenario para el mandatario provincial, por más que en la fórmula de Juntos por el Cambio esté el peronista Pichetto. Una ideología común abre puertas hasta entre personas enfrentadas. Si los Fernández son la puerta directa de Manzur hacia la Nación, Pichetto es una posible ventana en otro escenario. El senador y precandidato a vicepresidente pasó el miércoles por Tucumán y no mencionó ni atacó directamente a Manzur; dejó en manos de Rogelio Frigerio todo el chisporroteo político y de contenido electoral contra el gobernador.
Como peronista y pragmático que es, el congresista sabe que desde la vicepresidencia, y conduciendo el Senado, se puede convertir en la vía de acceso de los gobernadores justicialistas hacia el poder central en caso de resultar reelecto Macri. Es su principal rol a futuro, para eso lo pusieron, y para eso aceptó el reto. Sería una figura clave en ese contexto.
Entonces, para qué pelearse con alguien a quien puede necesitar para negociar votos del interior en el Senado, que es lo que mejor sabe hacer desde su banca en la Cámara Alta. Macri el malo, Pichetto el bueno. O el villano malo y el villano bueno, según la perspectiva política desde donde se los mire.
En la misma línea, el senador rionegrino afirmó que mantiene un buen diálogo con Alperovich y que tiene el compromiso del ex gobernador para trabajar juntos. No se pelea con los que tienen una cuota de poder. Cuida esas proximidades que adquieren más valor cuando es la gobernabilidad la que se pone en juego. Y el futuro del país no pinta promisorio, sino cargado de dificultades, donde todos van a tener que aportar su cuota de sacrificio. Pichetto reniega del kirchnerismo fanatizado a tono con la apuesta polarizadora de los muchachos del PRO -y hasta con más eficacia discursiva que sus nuevos socios de ruta-, pero no olvida que su papel será el de conciliador; si gana, claro.
Tucumán, ¿no dialoga?
Pero, ¿y si triunfan los Fernández? Con una victoria tan contundente y clara como la que obtuvo hace 47 días, ¿Manzur tomará alguna iniciativa parecida al Tucumán Dialoga durante el próximo mandato? No está obligado a relegitimarse al frente de la provincia como hace cuatro años, por lo que cabría preguntar si tendrá ganas de promover nuevas iniciativas políticas para mejorar la calidad institucional en la provincia. Que hacen falta, hacen falta, especialmente las vinculadas a la transparencia de los actos públicos. Ahí hay mucho por hacer. De querer, los próximos años podrían ser los del tiempo de apostar por la calidad institucional, de pasar del Tucumán dialoga al de Tucumán hace.
La temática referida a la transparencia de la gestión debería tener un nuevo impulso en la Legislatura ya que han perdido estado parlamentario -pasaron a archivo- seis proyectos que se referían a la adhesión a la ley nacional de derecho al acceso a la información pública (27.275), y sólo han quedado en pie tres propuestas. Todas son de la oposición. El oficialismo está ahora en deuda porque cayeron todos sus proyectos en esta materia, que está pendiente y que, a esta altura de los tiempos, constituye una obligación del Estado con la ciudadanía.
¿Querrá el peronismo avanzar con nuevas ideas referidas a la publicidad de los actos de gobierno? Tiene todas las herramientas institucionales a su alcance. Supo hacer propuestas, las puso sobre la mesa pero no se trató ninguna porque nunca figuró esta problemática en la agenda del Gobierno, no estuvo entre sus prioridades. El próximo mandato puede ser la ocasión para abordarlo a los fines de dejar atrás el oscurantismo administrativo y satisfacer una necesidad de la sociedad. La demanda existe, la intención es lo está en dudas.
En esa línea, al observar cuáles fueron las consecuencias del Tucumán Dialoga se puede aventurar por dónde podría ir el Poder Ejecutivo en materia de reformas políticas. En los cuatro años que pasaron, pese a las numerosas propuestas que recibieron, la única medida concreta que se adoptó fue la eliminación de los partidos municipales y comunales, como una forma de contribuir a atenuar los efectos del sistema de acople, especialmente por el contratiempo que generó en los cuartos oscuro la presencia de un centenar de boletas sobre los pupitres.
Podría continuarse en ese camino para fortalecer a los partidos políticos ya que, en el fondo, la proliferación de estas organizaciones es lo que complica al sistema. Y también la facilidad para constituir un partido. Con sólo meter mano en algunos requisitos para otorgar personerías jurídicas hasta se afectaría el sistema de colectoras pero, por sobre todo, reforzaría la calidad de la representación de estas estructuras vitales para la democracia. Vale reiterar que casi un 70% de partidos políticos que se presentó en la votación de junio no superó el piso del 3% que exige la ley como un requisito para su mantenimiento como organización. Hubo algunos que no sacaron ni un voto en varias comunas rurales.
Entonces, esa es una veta a retocar en una eventual reforma política. O bien avanzar en una reforma constitucional. ¿Será? El oficialismo está en condiciones de hacerlo en función de los números legislativos que maneja, puede imponer esta decisión cuando le plazca y hasta decidir qué temas serán los que se abordarán. A la oposición sólo le quedaría el pataleo, o negociar alguna forma de participación en la posible modificación a futuro.
La pregunta es para qué se alteraría el texto constitucional. ¿Para habilitar la reelección indefinida? ¿De quién o de quiénes? ¿Del gobernador? ¿De los legisladores? Inmediatamente después de los comicios de junio, Jaldo dijo que rechazaría cualquier pretensión que priorice los intereses personales por sobre los del conjunto de la sociedad. El mensaje era más que claro: nada de reelecciones que vayan en contra de sus pretensiones. Y, hoy por hoy, es muy posible que siga así en el próximo mandato. El tranqueño maneja la Cámara.